Los manglares: aliados contra el cambio climático

El mangle sobrevive en medio del agua salada, las altas temperaturas, el suelo fangoso que carece de oxígeno, las mareas extremas y los vientos fuertes. Es conocido por sus largas raíces, que además de sostenerlo, ayudan a proteger a especies como peces, almejas, crustáceos y estrellas de mar. Se calcula que un árbol de manglar puede llegar a medir de tres a cuatro metros de altura y, al crecer uno al lado del otro, se convierte en una barrera natural capaz de proteger las costas de mareas y vientos huracanados.

Su hogar son los ecosistemas tropicales costeros y, aunque llevan muchos años batallando por la degradación que les ha traído la construcción de vías, la contaminación y la tala, ahora su mayor enemigo es el cambio climático.

«En ciudades como Cartagena, donde no se tiene la cultura de cuidar los ecosistemas de manglar, se ve que la erosión costera es enorme. Se gastan millones de dólares en obras para proteger la línea costera y desconocen que son los manglares los que pueden protegerlos contra las tormentas», comentó Cristal Ange, directora ejecutiva de la Fundación Herencia Ambiental, organización que integra el consorcio Cartagena con Agua del programa Water as Leverage Cartagena.

Según el Observatorio Ambiental de Cartagena de Indias, los principales fenómenos climáticos que amenazan a la ciudad son la elevación del nivel del mar y eventos extremos como mares de leva, fuertes lluvias que producen inundaciones y veranos intensos. Estos sucesos, a lo largo del tiempo, han causado desastres y daños a las comunidades, afectan las actividades económicas y el patrimonio histórico. Por lo que desde el Observatorio consideran que, si no se toman medidas de adaptación, para el 2040, uno de cada cinco cartageneros se podría ver afectado por las mareas altas, lo que tendría implicaciones sobre la competitividad de la ciudad y el bienestar de sus habitantes. «Sabemos que Cartagena es una ciudad turística y, por ello, las personas buscaron asentarse cerca al mar, al agua. Sin embargo, esto ocasionó cambios en el suelo por los procesos de urbanización que se dieron de manera formal e informal. La historia dice que, incluso, llegaron a talar una zona de manglar para construir y de inmediato se sintieron los efectos, una tormenta arrasó con todo», agregó Cristal Ange.

La biodiversidad de los manglares en Cartagena

En Colombia, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el 74.5 % de los ecosistemas de manglar se encuentran en el litoral Pacífico, el porcentaje restante está en el Caribe y, de ellos, el 44 % se halla en áreas protegidas.

Del mantenimiento de estos ecosistemas dependen innumerables especies marinas, por lo que su destrucción incide en la disminución de la pesca y pone en mayor riesgo a animales como el manatí antillano y el tiburón nodriza. Además, se cree que cerca de 90 especies de aves migratorias los utilizan como áreas de alimentación y descanso.

Estos espacios se convierten en un eslabón entre la vida marítima y terrestre, su principal función es filtrar la entrada de material suspendido de otros ecosistemas, retener los sedimentos y filtrar las sales minerales para integrarlas en una gran cadena alimenticia.
«Los manglares son la cuna de muchas de las especies que habitan el mar; por ejemplo, si no tenemos manglares se verán afectados los peces y, así mismo, las personas que viven de la pesca, lo que traerá problemas en relación con la seguridad alimentaria. El manglar es la base de una buena calidad de vida para las poblaciones costeras», afirma la directora ejecutiva de la Fundación Herencia Ambiental.

Los efectos del cambio climático en los manglares

Se pueden enumerar cinco causas que ponen en peligro la supervivencia y capacidad de protección de los manglares: el aumento del nivel del mar, porque se debilitan las raíces de los árboles; las tormentas y huracanes porque pueden ser arrancados; la salinización del suelo, lo que dificulta su crecimiento; la erosión costera y el cambio en los patrones de lluvia, debido a que afecta la disponibilidad de agua dulce en estos ecosistemas.

Los manglares de Cartagena, y en general del Caribe colombiano, están expuestos al deterioro de los ecosistemas por la sobreexplotación de sus recursos maderables y por la cantidad de residuos sólidos que son arrojados en la parte superficial del suelo de manglar. Su desaparición plantea graves efectos para el medio ambiente, como una menor absorción de CO2 y, por ende, mayor liberación de reservas de carbono.

Un trabajo en conjunto por la conservación

En medio de las amenazas, distintas organizaciones locales e internacionales realizan un esfuerzo activo por conservar y restaurar los manglares de Cartagena. Desde el EPA Cartagena (Ente Gestor de Playas y Zonas Marítimas) se realizan periódicamente siembras de mangle; por ejemplo, en julio de 2023, sembraron 2 520 plántulas en diferentes zonas de la ciudad. En la Fundación Herencia Ambiental también se unen a la labor: «hemos estado trabajando en dos proyectos de manglares, uno en el Canal del Dique y otro en el Santuario de Flora y Fauna El Corchal. Desde el año pasado tenemos una alianza con Parques Nacionales y comunidades locales para realizar acciones que permitan la recuperación de los manglares en las zonas afectadas. Por ejemplo, hacemos actividades como recuperación de los canales naturales y siembras de mangle. Nuestro objetivo es fortalecer a las mismas comunidades para que tengan las habilidades y capacidades de llevar a cabo un proceso de restauración, así como fomentar la apropiación por sus propias áreas», complementa Cristal Ange.

La ciudad actualmente cuenta con cuatro especies de mangles conocidos: rojo, prieto, bobo y zaragoza. Estos se encuentran en lugares como la Ciénega de la Virgen Juan Polo o de Tesca, la cual tiene canales internos que se conectan hasta formar un bosque de ecosistemas y constituyen una gran patrimonio cultural y biológico. «Los manglares son ecosistemas ejemplares, el número uno en el planeta para ayudar a mitigar los efectos del cambio climático y, en la medida en que cerremos estos ecosistemas, vamos a estar perdiendo también la capacidad de resiliencia y de adaptación al cambio climático», apunta Cristal Ange.